Por: Juan Esteban Pérez
Como reflexiones iniciales “es urgente construir una actitud que yo estimo valiosa: afirmar mis convicciones con la conciencia clara de que el testimonio que de ellas dé con mi conducta ha de incidir en la transformación positiva del mundo, pero contando con el hecho de que, si mi vecino piensa de otro modo, debe hacer otro tanto y que no es legítimo a ninguno de los dos proclamarse depositario de la verdad” (Gaviria, C. en Arango I, p. 74)
La democracia requiere una postura moderada por parte de los individuos, que respete las diferencias entre las personas y los acercamientos que estos tienen a diferentes aspectos de la vida. Esta postura democrática tiene como base la libertad del individuo para desarrollar sus creencias, gustos, ilusiones y satisfacer sus necesidades más allá de todo dogmatismo y lineamiento inamovible que se considere como una verdad absoluta, así esta sea social y moralmente aceptada. Desde el concepto de verdad se crean los diferentes juicios de valor, en este sentido, en la relación del hombre con el mundo actúan como prejuicios y pre-comprensiones, conduciendo la significación de los conceptos a una determinada calificación. Bueno-malo, justo-injusto, legal-ilegal, todas las categorías de valor son formadas desde un concepto de verdad que determina la dicotomía entre su ideal o nivel máximo y su contraparte negativa.
Además, podemos asegurar por esto que la “verdad no es algo que ya existe allí, que debe ser buscado y descubierto, sino algo que debe ser creado, es un nombre para un proceso, más aún, es un nombre para una voluntad de sobreponerse que no tiene fin, es un proceso in infinitum.” (Leserre, D. p.139.) La reflexión se dividirá en dos partes: en primer lugar, se debatirá acerca de las posturas internalista y externalista de la verdad, en el segundo fragmento se analizará la capacidad de representación de los conceptos y la formación de estos como instrumento de poder.
1. la concepción internalista y externalista de la verdad.
En primer lugar, la versión externalista de la verdad es aquélla en que “la verdad supone una especie de relación entre las palabras o signos mentales y cosas o conjunto de cosas externas.” (Putnam, H. p. 59) esta visión de verdad supone que el mundo consta de un determinado número de objetos externos a la mente, en el que la relación entre el sujeto y los objetos está determinada por una perspectiva de cómo es el mundo, en la que las relaciones están dadas bajo unas reglas. Cada ente se relaciona de forma lógica en el mundo, según sus posibilidades en cada caso. Siguiendo el planteamiento de Wittgenstein, donde el mundo existe en un orden lógico a priori, “lo que cualquier figura, sea cual fuere su forma, ha de tener en común con la realidad para poder siquiera- correcta o falsamente- figurarla, es la forma lógica, esto es, la forma de la realidad.” (Wittgenstein, L 2.18).
En la concepción externalista la verdad se ve limitada a la “verdad enunciativa” del discurso, que, parafraseando a Hans Gadamer, se define como la adecuación del discurso a la cosa presente, donde se hace una descripción de aquello que hay, sin ir más allá de aquello presente y sin relacionarlo con nada más que lo dado. La verdad es dependiente entonces de “si el juicio deja reunido lo que en la cosa aparece reunido.” (Gadamer, H II p.54).
La crítica que se ha realizado a esta visión de la verdad es que “El discurso sobre “objetos empíricos” ordinarios no trata acerca de cosas-en-sí mismas, sino acerca de cosas-para-nosotros. El punto realmente sutil es que Kant considera que estos argumentos se aplican tanto a los objetos externos como a las sensaciones.” (Putnam, H. p. 71). La verdad enunciativa no es una verdad en sí, en la que sea objetivable la concepción como un todo, sino que se constituye como una subjetivación en la que cada individuo se relaciona de manera independiente con lo dado, pre-suponiendo un orden lógico en esas relaciones, que limitan las posibilidades de lo que puede ser. La lógica a priori supone también una forma estática de relaciones, donde no se puede entender una relación extraordinaria. Por el contrario:
“desde la perspectiva internalista, la verdad es una especie de aceptabilidad racional (idealizada)- una especie de coherencia ideal de nuestras creencias entre sí y con nuestras experiencias, considerándolas como experiencias representadas en nuestro sistema de creencias- y no una correspondencia con “estados de cosas” independientes de la mente o el discurso.” (Putnam, H. p. 59).
Desde esta visión, los signos no pertenecen intrínsecamente a la significación de un objeto determinado, sino que depende de quién y cómo los emplee, ya que las significaciones se dan en última instancia por lineamientos y comprensiones ajenas a las propiedades naturales del objeto, que son formuladas desde una cierta cultura o grupo, y busca resaltar sus creencias y validar su propio esquema conceptual, otorgándole determinadas pre-comprensiones al uso del concepto. Determinando así su alcance, su uso, su naturaleza, su contenido y refutando la primera visión de verdad. La creación de las diferentes significaciones responde entonces a propiedades internas del hombre y de la organización de la sociedad más que a un análisis lógico de los elementos externos, cuya esencia es imposible de aprehender, en virtud de la separación entre ambas esferas de lo natural.
El hombre se dedica a darle significado al mundo creando un entramado de valoraciones, prejuicios y pre-comprensiones tomando como base las experiencias subjetivas de su relación con el mundo y no de la naturaleza y los valores propios del mundo-en-sí. “Él se limita a denominar las relaciones en que se hallan las cosas con respecto al Hombre, y para expresarlas recurre a las más audaces metáforas. […] y en cada caso un total salto de una esfera a otra totalmente distinta y nueva.” (Nietzsche, F. p.3).
2. La falacia de la representación de objetos por medio de conceptos.
“La razón decisiva para sostener que los conceptos no sean representaciones mentales que se refieran intrínsecamente a las cosas es que ni tan siquiera son representaciones mentales. Los conceptos son símbolos que se usan de cierto modo; […] el propio símbolo, con independencia de su uso, no es el concepto. Y los símbolos no se refieren de por sí intrínsecamente a ninguna cosa.” (Putnam, H, 1988, p. 30)
Partiendo de una visión internalista de la verdad, explicada anteriormente, podemos asegurar que la verdad no es algo estático que se encuentra terminado en un mundo perfecto de relaciones lógicas. El concepto, al ser creado, se aleja de la situación primaria que le da origen, dejando tras de sí una indefinible e inaccesible naturaleza y se reemplaza por una naturaleza entendida desde la relación del hombre con el mundo. “desde esta perspectiva, la verdad no puede ser elevada a criterio ultimo.” (Leserre, D. p. 137) Esto se da porque la verdad responde a unos intereses impuestos, que se ven modificados en el tiempo, según el movimiento en las relaciones de poder que se den en el momento y según lo que se busque imponer como visión de verdad.
La creación de lo que conocemos como verdad no es entonces algo puro y abstracto propio de la naturaleza del objeto, sino que por el contrario responde a unos intereses, a una “voluntad de poder” que busca darle una valoración a cada relación con los objetos, con el fin de naturalizar mecanismos de dominación, tanto del hombre sobre la naturaleza, como del hombre sobre el hombre. Para poner un ejemplo, tomemos el esquema de Wittgenstein, pensemos en un ajedrez, pero esta vez los movimientos de las fichas no estarán dados por reglas a priori del juego, sino que por el contrario serán creadas a lo largo de la partida según el interés de los jugadores más fuertes. Es así como el caballo ya no se moverá en forma de L, según su “naturaleza” dentro del juego de ajedrez, sino que se moverá en la misma lógica del peón. Se le hará creer a los jugadores que la naturaleza del caballo será la misma que la del peón y se hará común este cambio en las reglas del juego.
La naturaleza del caballo será prejuzgada y usada ahora bajo el sistema de verdad propio del peón, esta concepción se sostendrá hasta que las relaciones de poder que son sustentadas sobre esta naturaleza sean las que dominen el discurso dominante. La verdad es entonces un aura que cubre los entes y les da una significación, no en virtud de su naturaleza y sus atributos propios, sino en virtud de una búsqueda de dominación discursiva. La concepción cambiante nos lleva a asegurar que “la verdad es bondad última de ajuste.” (Putnam, H. p.73).
La visión de verdad va más allá entonces de la concepción griega de aletheia, donde la verdad se daba en la re-velación; la naturaleza del ente se puede observar en la medida en que la verdad sea absoluta a la hora de hablar, ya que “la des-ocultación del ente se produce en la sinceridad del lenguaje” (Gadamer, H II p.53). La re-velación de la naturaleza del ente como requisito para la expresión de la verdad es refutada si se plantea que la verdad es una creación de las relaciones sociales y de poder, en las que se busca establecer un medio de dominación, gracias a una interpretación determinada del mundo, en el que la significación de los conceptos y su grado de verdad dependen de los intereses de aquellos que los fijan.
Los conceptos con los que se pretende llevar a cabo un discurso sincero, donde se re-vela la esencia del ente, son totalmente contrarios a la naturaleza de este, por lo que la función de ocultar y des-ocultar que se da en el lenguaje solo refleja una naturaleza que interpreta el hombre en el ente.
Bibliografía.
Daniel Leserre. “Nietzsche: la verdad entre la dominación y
la vida”. (1998). De:
El problema de la verdad. Augusto Pérez Lindo (compilador).
Buenos Aires.
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Gilles Deleuze. “Nietzsche y la filosofía”. (1986).
Barcelona. Traducción Carmen Artal, Anagrama.
Hans-Georg Gadamer, “Verdad y Método II”, Salamanca:
Sígueme. 1992. Hans-Georg Gadamer. “Verdad y método I”, Salamanca: Sígueme.
1957.
Hilary Putnam. “Razón, Verdad e Historia”. 1988. Madrid.
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Iván Darío Arango. (2021) La filosofía política de Carlos
Gaviria. Editorial
Universidad de Antioquia.
José Luis López. “Acerca de “sobre la esencia de la verdad
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Martin Heidegger. “¿Qué significa pensar”. 2005. Madrid.
Trotta.
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Teun A. Van Dijk. “racismo y discurso de las élites”. 2003.
España. Gedisa.

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